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Analía Puzzolo, la historia de vida de una productora galvense, en las páginas de Clarín Rural

Analía Puzzolo, la historia de vida de una productora galvense, en las páginas de Clarín Rural
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La productora ganadera galvense, Analía Puzzolo apareció en las páginas de «Clarín Rural» contando su experiencia de vida; y dejó una definición de lo que siente por su profesión: “Por mis venas no corre sangre, corren pasto, tierra, animales”.

 

A continuación compartimos la nota que publicó con fecha de hoy, 23 de septiembre, firmada por Kitty Vaquero:

Analía Puzzolo nació en el campo, muy cerca de Gálvez, en el centro sur santafesino, y vivió allí hasta sus quince años cuando la familia se fue a vivir al pueblo para que ella pudiera continuar sus estudios. “Desde los tres años mi padre me llevaba a caballo a recorrer los animales o en el tractor a dar los fardos al rodeo; ya a los ocho pasaba la rastra y el rolo sola”, cuenta la productora ganadera que hoy, a sus 58, maneja el establecimiento Las Araucarias con solvencia y con la gran pasión por los animales que heredó de su padre, don Anselmo.

Desde hace 30 años, Analía lleva adelante la empresa familiar y toma todas las decisiones sola, dedicándose al engorde de bovinos para exportación inscriptos en Cuota Hilton, de vacas con destino a China y de ganado para consumo interno, en las 150 hectáreas de su campo, en base a pasturas consociadas, rollos y silaje de maíz.

Su día a día es ajetreado, a la mañana se ocupa de las tareas de gestión, algo que demanda largas horas en las empresas agropecuarias. “Me dedico a pagos, cobros, vencimientos, armado de compras y ventas, buscar precios, insumos, mecánico, ferretería, bancos, manejo financiero”, enumera Analía. Por las tardes, se va al campo a “armar tropas para venta, a apartar animales gordos o listos para vender, para salir después a ofrecer y buscar el comprador; si entran tropas nuevas tenemos que marcar, desparasitar, vacunar, dar vitaminas, poner caravanas, entre otras tareas”, repasa.

Fortaleza y valentía

Analía tuvo que atravesar situaciones difíciles y ponerse al hombro, sola, la empresa y la familia. “En su momento estábamos mi papá, mi marido y yo trabajando en el campo. A mi esposo le detectaron cáncer cuando mi hijo tenía tres meses y falleció en mayo del 2002. Mi papá estaba operado de cadera, ya estaba muy grande, no podía andar. Ahí también le diagnostican Alzehimer a mi mamá. Así que me vi sola, con un hijo de dos años y siete meses, mi mamá y mi papá con problemas de salud, y el campo. Y bueno… me fui repartiendo un poco entre todas esas cosas y luchando, luchando, llegamos hasta acá”, recuerda. Su madre murió en 2011 y luego su padre en 2017, y ella volvió a sobreponerse con fortaleza para sacar adelante a su hijo, que ya cumplió 23, y a su campo, sus dos grandes amores.

La producción

La productora trabaja con mucha dedicación apuntando a mejorar la eficiencia y la sustentabilidad del sistema. “Hacemos análisis de suelo, fertilizamos, aplicamos fósforo a la siembra y, una vez implantada las pasturas polifíticas, aplicamos yeso y dolomita. Planificamos la demanda del rodeo y trazamos una estrategia de productividad forrajera”, enumera. Además, junto a su asesor, el ingeniero agrónomo Martín Favre, está empezando a implementar el manejo holístico

Desde fines de la década del 60 los Púzzolo han trabajado muy cerca del INTA. Ya en 1984 Analía comenzó los cursos de Manejo Integrado de Plagas (MIP) y luego implementó el control biológico adaptando los umbrales a su campo. Por eso, en la actualidad cuenta con una gran diversidad de fauna benéfica cuyos insectos han sido requeridos para su multiplicación por técnicos de la región e incluso de otros países.

Según la productora, otro factor fundamental para que la empresa funcione aceitadamente es contar con un buen equipo y recursos humanos calificados.

En Las Araucarias, Analía engorda animales de distintas razas con una carga de 4 animales por hectárea. El 80% de la oferta forrajera se compone de pasturas y el 20% de silaje. Actualmente tiene praderas de alfalfa, trébol blanco, festuca y cebadilla; otras polifíticas que incluyen también trébol rojo, achicoria y Lotus corniculatus ,y unas 30 hectáreas destinadas a maíz para forraje conservado. Debido a las sequías recurrentes, desde hace un tiempo aumentó el porcentaje de rollos de alfalfa en la dieta y recortó el de silaje.

En este momento cuenta con un rodeo de 584 cabezas. Generalmente compra machos y hembras en alrededor de 180 kilos en ferias o en forma directa y también vacas CUT (cría último ternero). Su campo y todos los animales están inscriptos en la Cuota Hilton de carne premium para exportación a la Unión Europea y vende, además, para consumo interno. «Como la carne de la más alta calidad nutricional de nuestro ganado criado a pasto es de color más rojizo y la grasa amarillenta, en el mercado interno le ponen trabas para comprala», cuenta Analía, haciendo referencia a las preferencias visuales de los consumidores locales, algo difícil de comprender.

El ciclo de engorde dura entre 10 y 14 meses y obtiene una ganancia de peso de 517 gramos diarios por animal para machos y hembras «Para las vacas es muy variable, algunas hasta paren, crían el ternero y luego se las vende», indica Analía. La producción de carne durante la campaña 20-21 fue de 500 kilos por hectárea, «tratamos de mejorar los índices productivos pero siempre de manera respetuosa con el ambiente y el bienestar animal, sin olvidar la parte económica», agrega.

Desde hace tres décadas, Analía lleva una detallada base de datos: registra todos los movimientos dentro del establecimiento, el peso individual de los animales a su llegada -cuando los identifica y caravanea- indicando proveedor y fecha exacta de ingreso, las pesadas semestrales y algunas otras de controles, las fechas probables de entrada a cada potrero y el tiempo de descanso.

 

Mujer de campo

Según relata, su experiencia como mujer rural siempre fue buena. “A pesar de venir de una época en la que la mujer era menos tenida en cuenta o menos visible, como yo me crie desde chica en este ambiente y me acostumbré, salvo algún desubicado, no he tenido problemas”, asegura Analía. “También depende de tu actitud, yo no voy a refregarle a nadie que soy mujer ni que yo sé esto o aquello: humildad, de frente, hablar de lo que vos sabés y punto, no tratar con soberbia a nadie”, argumenta. Al tiempo que celebra que hoy se van más mujeres en el campo incluso como peones rurales, tractoristas o trabajando con las máquinas, tareas que antes estaban vedadas para el género femenino.

“Yo digo que cada uno debe ocupar el rol de acuerdo a su capacidad, no a su sexo, si sirve, si es capaz, adelante, sea donde sea. No regalar un puesto porque hay que poner mujeres, no, eso no me gusta, o dar privilegios por ser mujer. Si proclamamos igualdad, demostremos, seamos iguales”, sostiene la productora.

Para Analía, el campo es una forma de vida. “Por mis venas no corre sangre, corre pasto, tierra, animales, la ganadería es lo que a mí me gusta, yo no concibo un campo sin ver pasturas ni ver animales, es algo con lo que uno nace y lo lleva, me encanta”, remarca.

Fuente: Clarín Rural

https://www.clarin.com/rural/apasionada-ganaderia-puso-hombro-empresa-familiar-venas-corre-sangre-corren-pasto-tierra-animales-_0_XXdRrBRmg2.html?code=Uiym2jbMsovz4W4oiXy1oaTvEZGm1UxYQ5gzbj2xfHD6H&state=czBQTDdxakQ3MkhvazBIRmlVRC16dHNNYTNJZE5sa3JleFQ2RFR3MDJjdw==

 

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