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En jornada de capacitación, el reconocido pedagogo Daniel Brailovsky disertó sobre aprendizaje y evaluación

En jornada de capacitación, el reconocido pedagogo Daniel Brailovsky disertó sobre aprendizaje y evaluación
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Durante la mañana del sábado, el ISPI N° 9133 «Ntra. Sra. del Calvario» organizó una jornada de capacitación sobre «Formas de mirar el aprendizaje: un análisis comparativo de las prácticas evaluativas en los distintos niveles de enseñanza». La disertación estuvo a cargo del reconocido pedagogo Daniel Brailovsky, lo que «para nuestro instituto es un gran halago, de la misma forma que siempre remarcamos que no se pueden hacer estos encuentros sin la participación de las escuelas, de las instituciones y, sobre todo, de un equipo que trabaja en la preparación previa para poder recibirlo, en un contexto donde él se sienta lo más cómodo posible», planteó Betiana Balbo, directora del nivel terciario de la institución.

«Fue un trabajo que abordamos previamente con estudiantes y docentes, trabajando su bibliografía y poniendo en cuestión e interpelando muchos de los conceptos que él plantea, así que para nosotros un honor tenerlo en nuestro colegio con un tema tan controversial como es la evaluación en todos los niveles», añadió la docente para presentar al disertante, quien agradeció la invitación  y «haber sido recibido de esta manera tan cálida, no sólo para venir a hablar de un tema interesante desde el punto de vista pedagógico, sino porque encuentro que hay todo un encuadre y un trabajo previo de lecturas y de pequeños gestos de hospitalidad que valoro muchísimo» .

Puntualmente sobre su charla, Brailovsky señaló que «la palabra evaluación aparece en el título, pero también la palabra aprendizaje. Las dos palabras tienen que ver con cosas parecidas, pero también distintas. Cuando hablamos de evaluación, nos referimos a una manera de mirar el aprendizaje, pero como no hay una sola manera de mirar el aprendizaje, como así la palabra aprendizaje no significa una sola cosa… El objeto de esta conversación es abrir un poco el abanico de significado de estas palabras. Uno puede pensar el aprendizaje como algo que se logra de una vez y para siempre, y entonces se trata de un logro de una vez y para siempre, se puede hacer un inventario de los aprendizajes y celebrar con grito de gol que el aprendizaje ya sucedió y listo, a la bolsa, o uno puede pensar al aprendizaje también en sus aspectos más complejos, en sus aspectos más misteriosos. La propia experiencia de aprender cuando uno piensa en lo que aprendió la semana pasada, el año pasado o en la vida, uno se enfrenta a un panorama acerca del cual es difícil establecer medidas, establecer causas y consecuencias, efectos o recorridos muy lineales. Entonces, creo que abrazar esa complejidad de la idea de aprendizaje y poder llevarla también a la mirada evaluativa, es un poco el propósito de pensar estas dos ideas».

Por estos días, fundamentalmente la evaluación universitaria fue nota en los medios: «Más allá de los episodios mediáticos que nos hagan hablar de esos temas, la evaluación universitaria tiene el desafío de preservar los derechos de las personas a los que esos profesionales van a prestarle servicios. Un ejemplo típico: un cirujano es evaluado de manera muy minuciosa y meticulosa y exigente. Quien estudia medicina padecen esos exámenes tan rigurosos, porque el derecho que está en juego es el de los pacientes que van a ser atendidos. Ahora, para un niño de siete años que va a tercer grado, no hay ningún otro derecho en juego que su derecho propio de recibir la mejor oportunidad de aprender, de explotar al máximo los encuentros, los tiempos, los espacios, los recursos para enseñar. Entonces, el criterio para mirar el aprendizaje y para evaluar es muy diferente. Sin embargo, a veces ese sesgo técnico que nos lleva a palabras como instrumento, rúbrica, medición, resultados, indicadores, bla bla bla, se cuela en la evaluación de la enseñanza obligatoria en el nivel inicial, el nivel primario y el secundario, y creo que vale la pena hacer esa diferencia».

En ese sentido, entendió «que en cada nivel de enseñanza, las miradas sobre el aprendizaje son diferentes y se plasman en instrumentos y en estrategias diferentes, ¿no? Pero en todos los casos, existan o no calificaciones numéricas, por dar un ejemplo de algo que a la gente le gusta discutir, no me parece que sea tan relevante. La disyuntiva no está entre si las calificaciones deben existir o no deben existir, sino en qué lugar pedagógico le damos. Las calificaciones son el lenguaje que hablan las estadísticas de un ministerio, de una secretaría, y que a lo mejor son necesarias para evaluar ciertas políticas o ver qué funciona mejor que otra cosa, incluso las calificaciones podrían seguir existiendo sin que formen parte de la dinámica relacional en el aula, y sin que los alumnos ni se enteren qué nota tienen. El lenguaje que hablamos nosotros es ‘leí lo que escribiste’, ‘escuché lo que cantaste y me parece tal cosa’, o ‘pensémoslo juntos’.

 

 

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